Si abres demasiado la mente, se te puede caer el cerebro»,
suele recordar en el escenario el humorista Tim Minchin, un inglés pelirrojo y
pálido, parafraseando a Richard Feynman. Minchin, de 36 años, practica un humor
muy peculiar, uno prácticamente desconocido fuera del mundo anglosajón: el
escéptico.
Los espectáculos de este humorista –que puedes ver ‘online’ con solo teclear
su nombre en YouTube– se conforman de una serie de canciones interpretadas al
piano por él mismo. En sus letras, el cómico carga contra todas aquellas
prácticas no avaladas por la ciencia, tales como las terapias médicas
alternativas o la espiritualidad ‘new age’. Se burla sin compasión de los
adalides del «a mí me funciona», de los hippies antiprogreso y de los fieles de
cualquier religión. Y lo hace con un talento cómico fuera de lo común. Tanto es
así que muchos de sus memorables versos se convierten en artillería dialéctica
la mar de socorrida en según qué conversaciones. Un ejemplo muy útil: «¿Sabes
cómo se llama la medicina alternativa que ha demostrado que funciona? Medicina».
Claro que Minchin no siempre es tan sutil. Algunos de sus temas son,
digámoslo así, inconcebibles en un medio de comunicación tradicional. Como ‘La
canción del Papa’, en la que el cómico afirma que alguien que protege a un
violador de niños es moral e intelectualmente idéntico al violador (aunque él no
lo dice con tanto refinamiento como yo). El videoclip ilustra la canción con un
Ratzinger animado que baila al son de la música con los genitales al aire.
Obviamente, el humorista es frecuentemente acusado de mal gusto. Vivimos en un mundo en el que todas las ideas, incluso las más absurdas e irracionales, deben ser tratadas con respeto. Eso nos dicen. Pero Minchin no está de acuerdo y, de hecho, se enorgullece de ofender a quienes no piensan como él, lo cual abarca un amplio espectro de personas: consumidores de homeopatía, lectores de horóscopos, defensores del reiki… Les ofende, eso sí, de manera desternillante y casi siempre brillante.
Obviamente, el humorista es frecuentemente acusado de mal gusto. Vivimos en un mundo en el que todas las ideas, incluso las más absurdas e irracionales, deben ser tratadas con respeto. Eso nos dicen. Pero Minchin no está de acuerdo y, de hecho, se enorgullece de ofender a quienes no piensan como él, lo cual abarca un amplio espectro de personas: consumidores de homeopatía, lectores de horóscopos, defensores del reiki… Les ofende, eso sí, de manera desternillante y casi siempre brillante.
Minchin utiliza el humor como una herramienta en favor de la
razón y la cultura. Es provocador, es molesto y a veces hasta grosero, pero en
cada una de sus sentencias y exabruptos habita una poderosa idea: el pensamiento
crítico nos hace más libres. Y eso no es un chiste.
© 2012 Kioskoymas. Todos los derechos reservados
No hay comentarios:
Publicar un comentario