27.6.12

Robots

Crean un pez robot que mide la contaminación de los mares

El proyecto panaeuropeo SHOAL, patrocinado en parte por la UE, ha dado sus frutos: un robot-pez equipado con unos pequeños sensores químicos, que se utilizará para recoger datos sobre la calidad del agua. El robot, que ya ha sido probado con éxito en el Acuario de Londres, en breve surcará las aguas del Mar Cantábrico y, en una siguiente fase, recogerá información sobre la calidad del agua del puerto de Gijón. Estos datos serán transmitidos de forma inalámbrica al centro de control del puerto, para que desde allí se adopten medidas de prevención para evitar la contaminación. Por Enrique Leite de Tendencias Científicas.


Un prototipo de robot-pez, desarrollado en el marco del proyecto panaeuropeo SHOAL, en breve surcará las aguas del Mar Cantábrico, tras haber sido probado con éxito en el Acuario de Londres.
Equipado con unos pequeños sensores químicos, el "pez" recogerá datos sobre la calidad del agua en el puerto de Gijón en la siguiente fase del proyecto y transmitirá la información de forma inalámbrica al centro de control del puerto para que adopte las medidas de prevención para evitar la contaminación.

El pez-robot tiene forma de carpa, tiene el tamaño de un atún, está construido con fibra de vidrio y funciona con una bateria que cuando está próxima a descargarse le obliga a retornar a su base.
Está equipado con sensores que detectan los derrames al mar de productos químicos y fertilizantes y permitirán establecer un mapa a tiempo real y móvil de la situación bajo la superficie del mar que servirá para activar los sistemas de emergencia antes que con los métodos de detección habituales y minimizar, por tanto, los impactos negativos para el medio ambiente marino.

De momento, en las pruebas superadas en el acuario londinense, parece que no hacen del robot un bocado apetecible para otros depredadores marinos. Los tiburones nadaron a su alrededor, pero en ningún momento lo atacaron. Probablemente "porque su campo electromagnético hace que sea desagradable" para los escualos, según aseguró Rory Doyle a Nacional Geographic.

Los investigadores, además, subrayan en la misma entrevista que están trabajando para evitar que los sonidos de estos robots no provoquen contaminación acústica, un elemento que ya se ha comprobado en diferentes investigaciones que contribuye a alterar los patrones de conducta de otras especies. El coste de cada uno de estos artilugios está estimado en 20.000 libras esterlinas.

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